Durante las horas previas a su Pasión, Jesús se retiró a orar a un lugar llamado monte de los Olivos y, en concreto, al Huerto de Getsemaní. Allí sufrió mucho y rogó a Dios Padre que apartara de Él ese cáliz, pero aceptó la voluntad del Todopoderoso. El Evangelio de San Lucas recoge de forma muy delicada este pasaje, que ha sido objeto de numerosas interpretaciones artísticas y reflexiones filosóficas.

La naturaleza humana y divina de Jesús de Nazaret

Según recoge el Libro del Génesis: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen 1, 27). El Evangelio de Juan nos dice: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn, 1, 14). Jesucristo es verdadero Dios, pero también es verdadero hombre. Esta especial naturaleza hace que su respuesta física a los estímulos externos sea mucho más acusada que la de cualquier otro individuo, y por ello su martirio traspasó los límites de lo que podemos entender como “sufrimiento”.

Como unión perfecta de lo humano y lo divino, Jesús experimentaba las pasiones como a ello le impulsaba su humanidad. Sin embargo, lejos de sucumbir a los más bajos instintos de quienes nacen bajo el yugo del pecado original, las emociones de Cristo estaban gestionadas armoniosamente por el raciocinio y el espíritu. El beato Dom Columba Marmion expresa este misterio como sigue:

“Tiene, como nosotros, un alma creada directamente por Dios; un cuerpo formado en las entrañas de la Virgen; una inteligencia que conoce, una voluntad que ama y elige; todas las facultades que nosotros tenemos: la memoria, la imaginación; tiene pasiones, en el sentido filosófico, elevado y noble de la palabra, en un sentido que excluye todo desorden y toda flaqueza; pero estas pasiones se hallan en El enteramente sometidas a la razón, sin que puedan ponerse en movimiento sin un acto de su voluntad”.

En Jesús de Nazaret encontramos la sublimación de la inteligencia emocional que popularizó Daniel Goleman a partir de la década de los 90 del pasado siglo. Su adecuada gestión de las emociones se hace evidente al no renegar de ellas, identificándolas y sintiéndolas en toda su magnificencia. ¡Cómo lloró la muerte de su amigo Lázaro! ¡Cuánto subrayó la importancia de la alegría de vivir! Recordemos sus palabras: “Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plenamente colmada” (Jn 15,11). Hay pasajes del Evangelio en las que Cristo hace gala de un bonito sentido del humor: la escena de la resurrección de la hija de Jairo presenta a Jesús riéndose de los que se reían de él por decir que “está dormida” (Mc 5, 40). Como nos dice el Papa Francisco: “No estamos acostumbrados a pensar en Jesús sonriente, alegre. Jesús estaba lleno de alegría”.

En Cristo también hallamos una exquisita exhibición de inteligencia espiritual basada en el amor, y que es fruto del sincero y privado diálogo con el Creador. El amor a Dios pasa por el incondicional amor a uno mismo y al prójimo: en el Evangelio de Mateo, Jesús define como “benditos de mi Padre” a aquellos que, aun no creyendo en el Altísimo, hacen el bien y ayudan a los demás (Mt 25, 31-46). La compasión y la actitud de agradecimiento son los baluartes de una sana espiritualidad.

La angustia y la súplica al Padre

En el Evangelio de San Lucas, de estilo literario culto y elegante, se recoge con especial dulzura la escena de la Oración en el Huerto de los Olivos. Hay que destacar que, en sus textos, Lucas demuestra una particular cercanía hacia los pobres, las víctimas de injusticias y los pecadores arrepentidos: es él quien habla del buen samaritano, de Lázaro y el rico Epulón, del hijo pródigo y el padre que lo recibe con los brazos abiertos; es él quien refiere de la pecadora perdonada que lava los pies de Jesús con sus lágrimas y los seca con sus cabellos. Aunque no fue testigo de todos los acontecimientos, su relato es exacto y está lleno de afecto y sentimiento. Relata así Lucas el drama (Lc 22, 39-46):

“Jesús salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les dijo: “Pedid que no caigáis en tentación”. Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: “¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación”.

El miedo y la tristeza se apoderan de Jesús en la noche oscura del alma, sintiéndose abandonado, en una agonía que marca el inicio de su Pasión y Muerte. Imagino a Cristo agotado y temeroso, con la mirada fija en el cielo, anhelando verse reflejado en las pupilas del Padre que entrega a su Hijo para la salvación del hombre. Al enseñarnos el Padrenuestro (Mt 6, 9-13), Jesús proclama que Dios es el padre amoroso que cuida de nosotros, y así lo nombra: “Abbá, padre mío querido” (Mc 14, 36). La palabra aramea “abbá” fue, originalmente, un término del lenguaje infantil que significaba “papá”. En la época del Nuevo Testamento, su uso no se limitaba al habla de los niños, sino que también la utilizaban los jóvenes y adultos para dirigirse a su padre, cuando la relación era muy entrañable. La voz “abbá” denota que la relación padre-hijo reposa en la confianza, el respeto, el cuidado, la responsabilidad, el cariño y el conocimiento: el hijo está sostenido en las buenas manos del padre, sabe que el padre nunca le abandonará sino que le cuidará con amor. La espontaneidad y la inmediatez que expresa el “abbá” de Jesús manifiesta la proximidad del Hijo de Dios a su Padre: como afirma el Papa Francisco, llamar a Dios “abbá” es mucho más íntimo y conmovedor que llamarlo, simplemente, “Padre”.

Huerto de Getsemaní
Huerto de Getsemaní

En Getsemaní, el alma de Jesús quedó abrumada por la tristeza (Mt 26,38) y la angustia penetró en ella hasta el punto de hacerle lanzar grandes gritos (Hb 5,7). Cristo ruega al Padre: “Si quieres, aparte de mí este cáliz”, pero está dispuesto a acatar la voluntad del Todopoderoso, aunque eso signifique saborear la hiel de su Pasión y Muerte. Sus palabras se asemejan a la súplica de un niño desvalido que apela a la misericordia de quien tiene la potestad y la autoridad para decidir. Jesús acepta la voluntad del Padre, pero su hasta tal punto llega su aflicción que un ángel acude para confortarlo. ¡Cristo, que hubiera podido convocar a las legiones celestiales para acabar con aquellos que le torturarían apenas unas horas después!

Cuanto más ahogo siente Jesús en su alma, con más fervor se entrega a la oración. Va en busca de sus discípulos y los encuentra dormidos. Les reprocha su comportamiento y les insta a levantarse y orar “para no caer en tentación”. Se intuye en sus palabras cierta indignación y extrañeza. Él, lleno de ansiedad y terror ante su inminente calvario, totalmente consciente en la vigilia previa a su prendimiento, mientras sus discípulos duermen ajenos a la situación. Cristo les apremia a despertar y orar con intenso fervor, porque sólo esquivamos la tentación cuando se reza poniendo en ello los cinco sentidos.

Hay momentos en la vida en los que la tentación es especialmente fuerte, tomando el control de nuestro intelecto y nuestras emociones. El alma, entonces, corre el peligro de hundirse en las tinieblas del pecado. En esos instantes, lo mejor es rezar, porque así invocamos la gracia de Dios y ella devuelve la calma al espíritu. La oración, entendida no como mera recitación sino como unión con Dios, posibilita que la voz del Todopoderoso resuene en nuestras consciencias, iluminando nuestras decisiones y actos. No olvidemos que el hombre (y Jesús lo era plenamente) disfruta de libre albedrío para escoger y actuar según considere. El camino correcto es el afín a los designios y la voluntad de Dios, y ése fue el que Cristo eligió.

Consecuencias físicas de la angustia de Jesús

De San Lucas habla San Pablo en la Carta a los Colosenses, definiéndolo como “Lucas, el médico querido” (Col 4, 14). Al ser médico, es lógico que esté interesado en los efectos físicos ocurridos en el cuerpo de Jesús durante esta terrible noche.

Efectos físicos del sufrimiento de Jesús. Cristo suda sangre
Efectos físicos del sufrimiento de Jesús. Cristo suda sangre

¡Qué horribles escalofríos recorrerían su santa humanidad, qué temblores asaltarían sus miembros! El pavor se exterioriza en un sudor espeso y oscuro, como gotas de sangre (otros traductores interpretan la expresión original de Lucas no como “gotas” de sangre, sino como “coágulos”) que caen a tierra, empapándola de sufrimiento divino. Muchos dudan acerca de la veracidad de esta rareza, aunque se trata de un fenómeno científicamente reconocido denominado “hematidrosis” o “hematohidrosis” (del griego: haima = sangre e hidros = agua), y que puede ocurrir en personas con trastornos de coagulación que sufren intensa angustia y estados emocionales extremos. Como resultado del estrés y la presión, los pequeños vasos sanguíneos que se encuentran justo debajo de la piel sufren una hemorragia. La piel se vuelve frágil y sensible y a través de ella brota la sangre mezclada con la transpiración.

El sufrimiento moral y el estrés que le produjo la hematidrosis dejó a Jesús sin fuerzas físicas. Además, como sus capilares y vasos sanguíneos estallaron, la piel de su cuerpo quedó muy dolorida, acusando sobremanera los golpes y latigazos a los que sería sometido horas después, convirtiendo la flagelación en un trágico baño de sangre. ¡Cómo se clavaría esa corona de espinas en su ya destrozada epidermis!

El ángel confortador

El ángel confortador es un personaje que sólo aparece en el Evangelio de San Lucas. Tanto Mateo como Marcos relatan cómo Jesús llama la atención a sus discípulos por quedarse dormidos en vez de mantenerse en oración. Mientras, Juan únicamente nos dice que fue allí acompañado de apóstoles porque era el lugar donde habitualmente rezaba.

¿Quién es este misterioso ángel? La piedad del pueblo cristiano le atribuyó varias personalidades. La tradición apócrifa lo llamó “Egudiel”, que significa “la Penitencia de Dios”, proponiéndose otros nombres también en las tradiciones copta y moscovita. A veces, ha sido nombrado como “San Gabriel”, ya que es el mensajero de Dios, tal como vemos en el Antiguo Testamento, concretamente en el Libro de Daniel, donde le explica al mismo la visión que ha tenido sobre el fin de los días. En el Nuevo Testamento, aparece en el Evangelio de Lucas anunciando a Zacarías el nacimiento de San Juan Bautista y a María que será la Madre del Salvador.

La cruz y el cáliz que el ángel muestra a Jesucristo no son elementos atribuidos al azar, sino que tienen un profundo significado: el comienzo y el fin de la Pasión de Nuestro Señor. De esta manera, Egudiel nos recuerda que el martirio de Cristo tuvo un fin concreto: la salvación de la humanidad. Sin pronunciar una palabra, el ángel consuela a Jesús, sirviendo así su sola presencia para insuflar esperanza y fuerzas al Divino Redentor.

El lugar de la oración: Getsemaní

Del arameo gat semane, prensa de aceite,  Getsemaní es un pequeño rincón situado en el Valle de Cedrón, al este de Jerusalén. Hoy, se accede a él por la calle que sube al monte de los Olivos, y, cruzándolo, se llega a la actual Basílica de la Agonía, construida entre 1922 y 1924 siguiendo la orientación y planta de una antigua iglesia bizantina destruida por un incendio. Esta construcción se llevó a cabo gracias a la colaboración de varios países, cuyos escudos están reproducidos en las bóvedas y en los mosaicos absidales. La obra es del arquitecto Antonio Barluzzi.

Basílica de la Agonía
Basílica de la Agonía

En el exterior sobresale el pórtico, de cara al Cedrón, con tres arcos sostenidos por pilastras flanqueadas de columnas. Remata en un tímpano decorado con un mosaico, en el que Cristo es representado como mediador entre Dios y la humanidad, por la que ofrece su corazón, que un ángel toma en sus manos. De una parte, están representados los poderosos y sabios reconociendo la insuficiencia de su sabiduría y sus poderes; del otro lado, los pobres y débiles esperándolo todo. Jesucristo hace suyas las oraciones de todos ellos, según el pasaje de la Carta a los Hebreos allí escrito.

En el interior resalta la sensación de recogimiento que el arquitecto ha conseguido jugando con los elementos. La penumbra producida por las vidrieras ayuda al espíritu a situarse en aquella noche triste de la agonía. Las once cúpulas, rebajadas y recubiertas de mosaico azul oscuro, contribuyen a dar sensación de pesadez. Seis columnas esbeltas con fustes monolíticos separan las dos naves laterales de la central.

Dentro del presbiterio se encuentra la roca de la agonía, sobre la cual, según la tradición cristiana, se apoyó Jesús para orar. El gran mosaico del ábside representa el sufrimiento de Cristo en el Huerto, mientras que en los laterales aparecen representadas dos escenas cruciales: a la izquierda, el beso de Judas y, a la derecha, el momento en el que Jesús, dirigiéndose a los que vienen a prenderle, pronuncia las palabras: “Soy yo”.

La denominada Gruta del Prendimiento ha sido venerada por los cristianos desde la antigüedad en relación con los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, particularmente de la Pasión. Parece que era un lugar al que Jesús acudía con frecuencia para pasar la noche cuando subía a Jerusalén. Aquí se cree que descansaban los otros ocho apóstoles la noche del prendimiento de Jesús, mientras Juan, Pedro y Santiago acompañaron a Jesús.

Gruta del Prendimiento
Gruta del Prendimiento

Saliendo de la Gruta del Prendimiento encontramos la plaza que sirve de atrio a la Iglesia de la Asunción, también conocida como Tumba de María. Se cree que es aquí donde descansan los restos de la madre de Cristo. Otros estudiosos defienden que la Virgen murió y fue enterrada en Éfeso, pero los argumentos a favor de Getsemaní se han visto reforzados por la investigación arqueológica de la tumba, realizada durante los años 1971-1973.

Tumba de María
Tumba de María

Los frailes franciscanos de la Custodia recibieron la misión de velar por los Santos Lugares de la cristiandad en Tierra Santa, por mandato papal con la bula Gratias agimus de Clemente VI. También el Papa Francisco renovó recientemente este encargo en 2017, según consta en una carta enviada con motivo de los 800 años de presencia franciscana en Tierra Santa:

“Uniéndome a mis venerados predecesores, comenzando con Clemente VI que, con la bula Gratias agimus os confío la custodia de los Santos Lugares, quiero renovar ese mandato, alentándoos a ser testigos alegres del Resucitado en Tierra Santa. […] Confío la Custodia de Tierra Santa, cada una de sus comunidades y todos los frailes a la protección maternal de la Virgen María y, mientras invoco la intercesión de vuestro santo patrón Antonio de Padua, os imparto de corazón la bendición apostólica.”

Representación de la Oración en el Huerto en la Semana Santa de Sevilla

En la Semana Santa sevillana, la escena de Getsemaní es representada por la Pontificia, Real, Ilustre, Antigua y Dominica Hermandad y Archicofradía de Nazarenos de la Sagrada Oración de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto, Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos Coronada y Santo Domingo de Guzmán. La cofradía, fundada en 1560 y conocida popularmente como Hermandad de Montesión, realiza su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral la tarde del Jueves Santo. El denominado “paso de misterio” (el de Virgen se denomina “paso de palio”) nos presenta a Jesús orando en Getsemaní en compañía de los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, que duermen bajo un frondoso olivo. Ante Cristo se alza un ángel, que con su mano derecha le ofrece el cáliz de la Pasión mientras con la izquierda sostiene una cruz de plata. En el taller de Pedro Roldán se esculpió el Señor en 1675. El ángel se atribuye a La Roldana, en el siglo XVII, y hubo de ser reformado por Ortega Bru. Castillo Lastrucci talló las figuras de los apóstoles en 1947, restauradas por Juan Manuel Miñarro (1999-2000).

Hermandad de Montesión 1. Paso de misterio
Hermandad de Montesión. Paso de misterio

Ante la suspensión de las estaciones de penitencia durante la próxima Semana Santa de este año 2021, el Consejo General  de Hermandades y Cofradías de Sevilla, en colaboración con la prestigiosa Fundación Cajasol, llevará a cabo una interesante exposición en la que, bajo el título de “In nomine Dei”, se expondrá una muestra del patrimonio artístico de diferentes Hermandades. La  Hermandad de Montesión aportará la imagen del ángel confortador (S.XVII), las potencias de oro del Señor Orando en el Huerto y las bambalinas delanteras del palio de la Virgen del Rosario. Dicha exposición se llevará a cabo, en la sede de la Fundación Cajasol de Sevilla, desde el inicio de la cuaresma hasta el Domingo de Resurrección.

Hermandad de Montesión 2. Nuestro Señor de la Oración en el Huerto
Hermandad de Montesión. Nuestro Señor de la Oración en el Huerto

Conclusiones

Jesús salió triunfante del horrible conflicto en Getsemaní. Aunque su naturaleza humana sintió miedo, tristeza y otras emociones lógicas en una coyuntura semejante, e incluso aunque suplicó con amargura al Padre que apartara de sus labios el cáliz, Cristo siempre se mostró dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Su Pasión y Muerte representó la culminación del sacrificio para el que estaba destinado desde su nacimiento, consumando así la divina misión que le había sido encomendada.

La imagen de Jesús que resulta de la Oración en el Huerto es de enorme importancia, pues refleja cómo Él, siendo Hijo de Dios, se hizo plenamente hombre para salvar a los hombres. El mérito y la belleza del sacrificio de Jesús se resumen en que aceptó los padecimientos voluntariamente y por amor. En base a la libertad, Cristo decidió padecer el martirio en su carne y en su alma. Gracias al sufrimiento del Hijo de Dios, el ser humano alcanza la dignidad de disfrutar de la vida eterna.

BIBLIOGRAFÍA

WEBS CONSULTADAS PARA LA OBTENCIÓN DE IMÁGENES:

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