La Fiesta Está Viva

Cinco Villas

La Plaza de Toros de Cinco Villas es un paraíso donde se respeta al toro y al torero, se honra el toreo y se respeta la tauromaquia en sus tradiciones, rituales y grandeza.

Existe en Texcoco, Estado de México, un oasis del toreo. En tierra del Faraón Silverio, en medio de la hostilidad y casi abandono mediático que vive la tauromaquia, la familia Marco Sirvent se ha dedicado desde hace más de una década a reivindicar la tauromaquia a su manera.

La Plaza de Toros de Cinco Villas es un paraíso donde se respeta al toro y al torero, se honra el toreo y se respeta la tauromaquia en sus tradiciones, rituales y grandeza. Mi opinión es que es una plaza de primera categoría, si bien, no tiene el aforo bajo el que se clasificó en su momento la categoría de los cosos, esta coqueta plaza, tiene la grandeza que reivindica la pasión por los toros.

La generosidad en recursos y detalle es absoluta, todo está pensado, todo está planeado para que a cierta hora se encuentren toro y torero y surja la magia irrepetible de este arte. Esta plaza en sus inicios fue considerada por el mezquino y miope medio taurino como un capricho de sus dueños, sin entender y dimensionar lo que ha significado para muchos toreros y muchos ganaderos el poder torear y lidiar en el albero texcocano, y digo albero porque sí, en efecto, la arena fue traída de la comarca sevillana de Alcalá de Guadaíra. En aquellos años dieron muchas novilladas sin picadores, exageradas a veces por el trapío de los animales y la bisoñez de los actuantes. Toreros como Isaac Fonseca, hoy una de las mayores promesas de nuestra torería, tuvieron sus primeras oportunidades, los hermanos Llaguno y muchos otros que hoy son ya matadores de toros.

En esta década hubo momentos en los que el complejo medio taurino terminó por hartar a Luis Marco y se dedicó a ofrecer toros y novillos a puerta cerrada, a figurones, noveles y prácticos. Pero es tal su generosidad que en este proceso ha, incluso, desarrollado la primera empresa de transmisión de festejos taurinos vía streaming: tauronet.tv, bien asesorado por quien le ha demostrado amistad y no interés en estos años, el comentarista taurino Juan Antonio Hernández.

La familia Marco, Luis y Lucero no han dejado de darle a la Fiesta su tiempo, entrega, pasión y recursos. El Domingo de Ramos, montaron una corrida de toros de máxima categoría. Cartel digno de cualquier monumental, Octavio García el Payo, el hispano nacido en Cádiz, David Galván y el hidrocálido, Héctor Gutiérrez ante seis toros imponentes de la ganadería zacatecana de Pozo Hondo. La combinación causó revuelo en el medio taurino y los aficionados prácticamente llenaron los cómodos y funcionales tendidos de la plaza Cinco Villas. Corrida homenaje y beneficio a la casa hogar La divina providencia, en memoria de su fundadora la madre Inés, recientemente fallecida.

Gran ambiente en los tendidos, seriedad y categoría en el ruedo. La corrida estuvo muy bien presentada, toros en tipo del encaste Llaguno, cuajados y de bellas hechuras.

El Payo estuvo en torero con sus dos astados. Ambos toros en suerte no terminaron por rematar sus embestidas en el último tercio y el queretano nos pudo regalar solamente destellos de su toreo, anduvo desacertado con la espada y recibió ovaciones al término de sus actuaciones.

David Galván torea como gusta en todo el mundo. Bien y despacio. Tiene percha y valor para hacerlo. Este fue su debut en México y la ilusión y empeño se estrellaron con un lote de pocas opciones, incluso, en el séptimo de regalo. Evidente fue por momentos la falta de tener el ritmo y la distancia del toro mexicano en su lidia, sin embargo, el pozo y hondura de su toreo se pusieron de manifiesto por momentos, dejando claro que, si él invierte tiempo en meterse a nuestra Fiesta, puede ser un torero que guste, y mucho, en México.

Quien gusta, y mucho, es Héctor Gutiérrez. Hace apenas algunas semanas lidió en Guadalajara un encierro de la misma procedencia, sin suerte, pero el destino es caprichoso y el lote que le tocó, esta vez en el sorteo, estuvo de reserva en Guadalajara en aquella tarde.

Su primero fue el mejor toro de la corrida, un tío serio, de lustroso pelaje negro y con un par de pitones que honraron el encaste que hace más de un siglo comenzó el bisabuelo del ganadero que hoy dirige y selecciona en esta casa ganadera.

Lances mecidos y suaves con el capote, el toro humillando y cogiendo ritmo en las cuatro patas al desplazarse ante el buen toreo de Héctor.

Faena iniciada de hinojos, zumbándose al toro para a continuación encajar la cintura, clavar las zapatillas y bordar el toreo. Faena de altos vuelos, temple eterno y profundidad en los muletazos. Faena de dos orejas. Estocada desprendida, petición mayoritaria y por encontrar el arroz negro en Cinco Villas, el protagonismo absurdo de un juez sin criterio ni torería que negó la oreja.

Al sexto lo toreó de capa con gusto, lo colocó al caballo casi en los medios para que el piquero David Vázquez cuajará un gran puyazo. Realizó Héctor el mejor quite por chicuelinas que he visto en muchos años, emulando al maestro Manolo Martínez o al de Camas, Paco Camino. Se apagó el toro en la muleta y poco más se pudo hacer.

¡Vaya torero! ¡Qué temple! ¡Qué despacio! ¡Qué valor y qué buen gusto!

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