‘Pensión de jubilados dependía de ingresos de la feria quiteña’

RIOBAMBA |
Mariano Cruz Arellano tiene 69 años y es un torero jubilado que casi todas las tardes revive sus grandes faenas, en unos diez países del mundo, mirando el rincón taurino de su casa, en el centro de Riobamba. Desde el jueves 15 de noviembre, cuando se enteró de que se suspendía la Feria de Quito Jesús del Gran Poder 2012, siente más nostalgia, pero también ira, impotencia y preocupación.

Cruz debutó como profesional en 1962 y tomó la alternativa como matador en 1967. Se considera el decano de los toreros del Ecuador, pues es el último de su generación que sigue vivo. Recuerda a sus colegas que ya murieron como los quiteños Édgar Puente y Manolo Cadena y al guayaquileño Antonio del Campo.

“He vivido de los toros. Con eso he dado una vida cómoda a mi familia, he educado a mis tres hijos”, dice Cruz Arellano. Dos de sus descendientes son mujeres y uno varón: Mariano Cruz Ordóñez, de 34 años, también torero y quien integraba el cartel que iba a actuar en la feria quiteña de este año, en la corrida del 6 de diciembre.

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Cruz Ordóñez, como es conocido en el mundo del toreo el hijo de Mariano, es actualmente uno de los matadores bien ubicados en el escalafón. Ha toreado en Francia, España, Portugal, México, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador, países en los que actuó su padre en las décadas del sesenta y setenta, además de algunos del norte de África que eran colonias de España en la época.

Mariano Cruz destaca que la suspensión de la Feria de Quito es un golpe contundente al toreo universal. Esta contrataba a los diez mejores del escalafón mundial y los más destacados del Ecuador. Incluso cita que la de Quito era una de las plazas que mejor pagaban. “Un torero nacional no dejaba de ganar al menos 15 mil dólares por corrida, hablo de mi época más fuerte por 1967 y 1968. El Cordovez (español) ganaba $ 40 mil por tarde. Actualmente, se pagan de 15 mil a 20 mil dólares por corrida”, señala.

Por eso sostiene: “El toreo fue y es una profesión dignísima y nos permitió la posibilidad de ser alguien en la vida”.

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Entonces se enfrenta al escenario actual. “Los toreros, hace algunos años, gozábamos de prestigio y éramos ídolos populares, pero de un tiempo a esta parte, por una campaña de los llamados antitaurinos, la profesión se ha visto vilipendiada y ahora se nos insulta hasta en las paredes de las calles como toreros asesinos. Eso evidencia una falta de respeto y violencia de aquellos que atacan al toreo como violento”, señala.

Agrega: “Esta campaña que se ha dado contra los toros, auspiciada por un sector del Gobierno, ha permitido o generado un ambiente de inestabilidad. Por eso y por otros desaciertos, la fiesta de los toros ha caído en desgracia. La supresión de la Feria de Quito nos frustra tremendamente”.

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Cruz Arellano es jubilado, no del IESS, sino del Sindicato de Toreros del Ecuador. Su pensión y la de otros 30 compañeros, entre toreros, banderilleros, matadores y picadores, se financiaba con el 1% de la taquilla total de la Feria de Quito.

Según el diestro riobambeño, se recaudaban unos 80 mil dólares por feria. “¿Ahora con qué se financia? Entonces el Gobierno o el Municipio de Quito deberían asumir ese pago. Porque el Municipio y el Estado se han beneficiado por al menos cien años de los impuestos al espectáculo taurino de Quito”, refiere el torero.